A sus 125 años, Marcelino Abad Tolentino, conocido cariñosamente como Mashico, se ha convertido en un ícono de longevidad y fortaleza en el Perú. Nacido en 1900, este huanuqueño ha vivido más de un siglo marcado por la sencillez, la autosuficiencia y una alimentación natural, factores que, según expertos, han sido clave en su extraordinaria vitalidad.
Una vida de austeridad y solidaridad
Mashico pasó gran parte de su vida en Cochachinche, una zona alejada de Huánuco, donde cultivaba su propio huerto, al que denominaba «el bosque del edén». Su dieta, basada en frutas, verduras y productos de la tierra, como la palta y la pachamanca, fue fundamental para mantener su salud. Aunque nunca contrajo matrimonio ni tuvo hijos, su existencia ha sido un ejemplo de generosidad: ayudaba a quienes lo necesitaban con los recursos que cosechaba.
El apoyo del Estado y su vida en el hogar geriátrico
Desde 2019, el programa Pensión 65 le brindó asistencia integral, facilitándole documentos de identidad y mejorando su calidad de vida. Actualmente, Mashico reside en la casa hogar Mis Abuelitos, donde recibe cuidados especializados. Dolores Pérez, cocinera del centro, asegura que su disciplina alimentaria ha sido determinante: «Mashico siempre ha comido lo que la tierra le da, sin excesos. Eso lo mantuvo fuerte».
Un legado de vida natural
Su historia no solo sorprende por su edad, sino por su espíritu inquebrantable. A pesar de los años, conserva el ánimo y la lucidez, convirtiéndose en un testimonio vivo de que un estilo de vida sencillo y en armonía con la naturaleza puede marcar la diferencia.
Mashico, el peruano que ha visto pasar más de un siglo, sigue siendo un faro de inspiración y un recordatorio de que los verdaderos secretos de la longevidad podrían estar en lo más básico: la tierra, la comida sana y el corazón solidario.