Tras la decisión del gobierno de Nepal de bloquear 26 plataformas digitales por incumplir un plazo de registro, incluidas WhatsApp, Instagram y Facebook, estallaron masivas protestas lideradas por estudiantes y jóvenes en Katmandú, Pokhara e Itahari. Aunque la medida fue revertida, las movilizaciones escalaron rápidamente, transformándose en un movimiento nacional contra la corrupción y el nepotismo del gobierno, bajo consignas como #NepoKid y #NepoBabies.
La violencia se desató con extrema crudeza. Manifestantes atacaron el Parlamento y prendieron fuego al edificio principal, asaltaron también las residencias de altos funcionarios y la del primer ministro Sharma Oli, quien presentó su dimisión. La respuesta policial, que incluyó el uso de cañones de agua, gases lacrimógenos y fuego real, resultó en un trágico saldo de al menos 22 fallecidos y más de 400 heridos. Entre las víctimas mortales se encuentra Rajyalaxmi Chitrakar, esposa de un ex primer ministro, que murió tras quemarse en el incendio de su vivienda.
La grave crisis política forzó la renuncia de cinco ministros del gobierno de Oli, quienes acusaron al ejecutivo de mantener un «comportamiento dictatorial» y de reprimir violentamente el derecho a la protesta. El ministro de Agricultura, Ramnath Adhikari, declaró que no podía permanecer en el poder sin exigir respuestas por el trato dado a una generación que debería estar construyendo el país.
Ante la escalada de tensión, el presidente Ramchandra Paudel hizo un llamamiento a la moderación y al diálogo, mientras la ONU instó a escuchar las voces de los jóvenes. Las protestas, que continúan incluso bajo toque de queda, reflejan un profundo descontento con la inestabilidad política, la corrupción y las escasas oportunidades en un país con un PIB per cápita de apenas 1.447 dólares.