La reciente partida de Perry Bamonte, pieza fundamental en la arquitectura sonora de The Cure, ha despertado una atmósfera de nostalgia spectral entre quienes vivieron el auge del rock gótico y la vanguardia musical. Para el público peruano, este fallecimiento no solo evoca el recuerdo del histórico concierto de 2013 en el Estadio Nacional, sino que reabre las páginas de un pasado donde la estética «dark» y la obsesión cruzaron fronteras peligrosas.

En los años ochenta y noventa, Lima albergó una escena subterránea vibrante en refugios como No Helden y Biz Pix. Eran espacios de ojos delineados y vestimentas negras, donde la música de Robert Smith servía de refugio para una juventud que buscaba identidad en la penumbra. Sin embargo, detrás del maquillaje y el culto a la melancolía, se gestó una de las crónicas policiales más perturbadoras de la época: el caso del asesino apodado «Robert Smith».
La historia, rescatada por la memoria periodística local tras la muerte de Bamonte, relata cómo un hombre obsesionado con la imagen del líder de The Cure utilizó su apariencia para captar a un adolescente de 14 años bajo promesas laborales. Años después, cuando el joven intentó iniciar una vida universitaria independiente y alejarse de ese vínculo, fue víctima de una emboscada fatal en los acantilados de San Miguel. El crimen, motivado por una posesividad distorsionada, terminó con la vida de un estudiante de 18 años y dejó una huella imborrable en la crónica roja nacional.
Hoy, mientras los fanáticos de todo el mundo rinden tributo a Bamonte escuchando temas como Lovesong o Killing an Arab, en las calles de San Miguel y Magdalena aún persiste el rumor de un hombre de negro, ahora envejecido, que camina como un fantasma de aquella tragedia que la justicia de entonces no supo cerrar con firmeza.
Ante la delgada línea que a veces separa la admiración estética por un ídolo de la obsesión patológica por su identidad, ¿es posible que el misticismo y la oscuridad que rodean a ciertos géneros musicales sean utilizados como un escudo por personalidades perturbadas para ocultar conductas que la sociedad, en su afán de tolerancia artística, prefiere no cuestionar hasta que es demasiado tarde?
Fuente: Trome









