El terremoto que sacudió Ica el 15 de agosto de 2007 dejó una profunda huella en la región. Con una magnitud devastadora, el sismo cobró la vida de 600 personas y sumió a miles de familias en la desesperación. Sin embargo, en medio de la tragedia, surgió una figura que ha devuelto la fe a la comunidad iqueña: José Luis Tipacti Peña Vásquez, conocido popularmente como Chicho, el ‘Niño de los Temblores’.
Chicho, quien falleció a la edad de nueve años durante el sismo, ha sido considerado un símbolo religioso debido a los supuestos milagros atribuidos a su memoria. Nacido en Ica, era el menor de cuatro hermanos y disfrutaba de una vida normal llena de juegos y diversión antes de la tragedia. Su última visita antes del sismo fue a una cabina de internet cercana a su hogar. En medio del caos del terremoto, Chicho intentó refugiarse en unas paredes de adobe, pero estas se desplomaron sobre él.
Horas después del desastre, su madre, Edith Peña Vásquez, lo encontró entre los escombros mientras una cámara de televisión grababa su desesperación. A pesar de los esfuerzos de reanimarlo en casa, Chicho no sobrevivió. No obstante, la historia no terminó allí.
Un mes después de su fallecimiento, Edith decidió construir una gruta en honor a su hijo, siguiendo el consejo de un vecino. Durante una de sus visitas a la gruta, Edith encontró a una anciana que, sin conocer a Chicho, le encendía una vela agradecida por un milagro. Este y otros testimonios comenzaron a consolidar la figura de Chicho como un niño milagroso.
Uno de los casos más notables es el de Ana, una niña de seis años diagnosticada con un cáncer cerebral terminal. Desahuciada por los médicos, su madre, Sharon, acudió a la gruta de Chicho en busca de un milagro. Al regresar al hospital para un chequeo, los médicos se sorprendieron al constatar la inexplicable recuperación de Ana.
Vianka, otra devota del ‘Niño de los Temblores’, relató en un reportaje de Panorama cómo Chicho le había cumplido dos milagros, incluido uno relacionado con su propia curación de cáncer. Estos relatos han contribuido a la creciente devoción hacia el pequeño.
La fama de Chicho ha trascendido fronteras, atrayendo la atención de fieles no solo de Perú sino de otros países. Cada diciembre, Edith Peña recibe donaciones y regalos de personas que creen en los milagros de Chicho, los cuales son destinados a ayudar a su comunidad y a otras regiones del país.
La capilla en honor a Chicho se ha convertido en un lugar de peregrinación para los devotos. Cada año, su familia organiza una misa en su honor, y el evento atrae a multitudes que buscan rendir homenaje al pequeño santo. El fervor religioso en torno a Chicho continúa creciendo, consolidándolo como un símbolo de esperanza y fe para los habitantes de Ica y más allá.