Un reciente informe del Instituto de Investigación del Clima de Potsdam (PIK) revela que el nivel de acidificación de los océanos ha superado el límite seguro para mantener ecosistemas marinos estables y sostenibles. Este alarmante dato se une a la lista de siete de los nueve “límites planetarios” ya rebasados, poniendo de manifiesto la grave crisis ambiental que enfrenta nuestro planeta.
La acidificación oceánica, provocada principalmente por la absorción de dióxido de carbono (CO2) generado por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, se mide a través de la concentración de aragonita, un mineral esencial para la vida de corales y otros organismos calcáreos. La disminución de aragonita no solo perjudica a estos ecosistemas, sino que también afecta la cadena alimentaria marina, poniendo en riesgo la biodiversidad y la salud de nuestros océanos.
Además, este fenómeno disminuye la capacidad del océano para absorber CO2, lo que acelera el cambio climático. Los límites planetarios que han sido sobrepasados no se limitan solo a la acidificación de los océanos; también incluyen la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, el uso insostenible de agua dulce, la contaminación química y la alteración de ciclos biogeoquímicos.
En una visión más amplia, solo la destrucción de la capa de ozono estratosférica y la contaminación por aerosoles mantienen, por el momento, condiciones dentro de los límites seguros. Sin embargo, la tendencia global sigue siendo preocupante. Científicos como Sylvia Earle han señalado la acidificación oceánica como una “luz roja intermitente”, una alerta sobre el riesgo de colapso de la estabilidad planetaria.
Este panorama resalta la urgente necesidad de acciones concretas para mitigar la degradación ambiental y proteger la vida marina, así como la capacidad del planeta para sostener a la humanidad. Cada día que pasa, se hace más evidente que la salud de nuestros océanos es vital no solo para el medio ambiente, sino también para nuestro bienestar como sociedad global.
La preservación de un entorno marino saludable no solo es un reto logístico y científico; es un imperativo ético que debemos abordar colectivamente para asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones.
Fuente: El Comercio









